domingo, 11 de enero de 2015

Mahavatar Babaji

Tras "sobrevivir" al famoso día estipulado por los Mayas como "Fin del Mundo" y observar que nada ha ocurrido aparentemente, ni siquiera en el plano conceptual sobre la mentalidad social, me planteo como única solución para limpiar la penosa imagen, que estudiosos han otorgado a las escrituras mayas, exponer experiencias místicas que quizás alumbren el camino de la autorealización espiritual.
Antes de comenzar con la historia quisiera explicar la experiencia mística como tal, ya que es un concepto vacuo para la mayoría de las personas que creen que ganar la lotería es algo místico.
El misticismo es la experiencia o vivencia donde el alma alcanza el grado máximo de unión con el universo y el conocimiento universal se desplega en todo su esplendor alrededor de nuestro ser. Es propio de religiones como la judía, cristina, islámica...En el Budismo es el punto trascendental del conocimiento y la perfección del alma.
Una vez introducidos en el concepto quisiera contaros una pequeña historia: la historia de una experiencia mística.

Babaji es uno de los conocidos maestros divinos de la humanidad, el representante del creador. Nos enseñaba (y sigue enseñándonos desde su estado de no reencarnado) cómo podemos transitar el camino hacia la perfección de uno mismo. La Leyenda atribuye al famosos yoghi la capacidad de materializarse y desmaterializarse en cualquier situación y lugar donde un buscador de la verdad necesitaba de su sabiduría.
Babaji nos incitaba a buscar la armonía en todos nuestros pensamientos y actos y, como guerreros, mover todas las montañas para buscar el encuentro con el creador.
Se cuenta que un americano, en medio de una expedición en el himalaya, se alejó tanto del grupo que se perdió y estuvo vagando en busca de de la expedición hasta que las fuerzas se desvanecían. Cuando estaba en ese punto entre la vida y la muerte le pareció ver algo que se movía por la nieve. Al acercarse observó que se trataba de un grupo, aunque reducido, de personas. Tuvo la extraordinaria sensación de que al fin su expedición lo habían encontrado. Pero nada más lejos de la realidad, se trataba, eso sí, de una comitiva de lo que parecían monjes, en absoluto silencio. Monjes que seguían los pasos de cerca de alguien que presidía la comitiva. Una persona con un aura diferente, como si el frío de la nieve no le afectara, como si nada real le afectara. El americano sentía una extraña sensación de bienestar y el monje que guiaba la comitiva se le acercó y le dijo- Yo soy Babaji. Tú no me has encontrado, yo he venido a ti porque buscabas la verdad y he venido a ayudarte. Los que me siguen nunca desvanecen, se mantienen inmortales al paso de las eras, porque entienden que sus almas están vivas y conectadas con el alma del creador, que es inmortal. Si decides seguirme, acudiré a ti siempre que me requieras, pero jamás deberás dar testimonio de mi existencia a los que viven el tiempo contando las arenas- El americano accedió y prometió no dar testimonio de aquella experiencia. Cuando despertó se sentía desorientado, débil, confuso pero vivo. El grupo de su expedición lo encontró y lo asistió de vuelta a la base. Tiempo después y ya en su ciudad, con un grupo de amigos en su casa comentando diferentes experiencias místicas entre ellos, el americano afirmó que en la excursión por el himalaya había conocido a un monje místico fuente de la sabiduría eterna y que éste se materializaría ante él cuando quisiera. Ante las mofas y dudas de sus amigos accedió a demostrar su historia y llamó a Babaji como éste le había enseñado. Para asombro de todos los presentes el yoghi se materializó en el salón de la casa ante la atenta y atónita mirada de todos. Babaji parecía decepcionado con el nuevo aprendiz al que había acudido y le dijo- Has roto el pacto doblemente. Me llamas sin necesidad de conocimiento ni ímpetu de búsqueda a través de tu alma y ante terceras personas. No eres digno de mi conocimiento ni de la verdad. No eres digno de surcar la senda del conocimiento. Cuando vuelvas a requerirme y pronuncies mi nombre solo seré un recuerdo superfluo de una experiencia soñadora en tu mente- y desapareció desvaneciéndose en el mismo lugar.

Esta historia, extraída de una colección de libros sobre todas las temáticas de origen misterioso que poseo en casa, es la manifestación de una lección primordial: que el conocimiento se alcanza en un plano interior, silencioso y que, la verdad no se encuentra, se materializa cuando ella quiere porque hemos sido pacientes.
Quizás la humanidad esté al borde de una nueva crisis existencial al contemplar todos los avances técnicos que estamos experimentando en nuestros días, pero que sin embargo la crisis económica y las continuas guerras nos siguen mostrando que estamos estancados mentalmente y que no evolucionamos. Quizás a través de esta crisis existencial broten nuevas concepciones y conciencias que nos permitan trascender a un nuevo colectivo más armonioso con la sociedad y sobretodo con el universo.


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